Reflexiones sobre el poder
H. N.
El tema del poder es especialmente complejo
porque con la misma palabra expresamos dos realidades distintas.
Por un lado el "poder hacer" que revela
la capacidad de acercarnos al otro para construir el diálogo, que es el núcleo
de la existencia como personas.
(Puedo hablar con vos, puedo
escribirte, puedo escuchar lo que me decís, puedo entenderte, puedo
decirte algo aunque sea sin palabras, puedo compartir las clases con los
estudiantes para ayudarnos a construir nuestros propios discursos...).
Esta sería, por decirlo de alguna manera, la fase
"buena" del poder. Es un poder de cercanía, porque me une a
vos y a todos.
Identifica al ser personal. Toda persona, por el
hecho de serlo, es ya en sí un poder: el poder de ser, de encontrarse
con el otro en un diálogo. (Ese poder de ser cancela la esencial
debilidad de la nada, implica una victoria sobre ella).
Una tal posibilidad admite, como lo dice San
Pablo, diversas medidas. Así el crecer que actualiza poderes todavía en
potencia, que yacían esperando. (La enseñanza asume en este contexto una
impronta extraordinaria. También el arte de curar, que devuelve la salud).
Un poder así nunca está totalmente ausente en ser
humano.
La existencia corpórea lo revela con sus
significados de presencia, expresión y apertura desde la concepción y aún en
situaciones límites de enfermedad.
Pero hay también una fase "mala" del
poder. Acaso correspondiera llamarla poder de lejanía.
Porque en lugar de acercarnos nos separa. Porque
en vez de abrir un diálogo lo ocluye. Porque deja de ser el núcleo de nuestra
existencia para convertirse en su negación.
Eso sucede cuando el poder se transforma en un
desencuentro, en apropiación del otro. Es decir, en una cosificación.
(Podría hablar con el otro, podría entenderlo,
podría escucharlo... pero no...).
Quien así reflexiona y opera no quiere ni
entender, ni escuchar: sólo quiere adueñarse del otro para convertirlo
en instrumento, en obstáculo o en olvido.
Sacarlo de su condición de alguien,
llevarlo a la reducción ontológica de algo.
Se trata, obviamente, de un desvío trágico de lo
humano que en el poder "bueno" se expresaba.
Estructuras políticas, económicas (en general
sociales) y actitudes personales llevan a la sumisión del otro, a su negación.
Esta es la expresión del poder con la que el
derecho colisiona.
Tanto nos preocupa esta realidad del poder de
lejanía, el suicidio de la libertad que conlleva, que en los órdenes de
clase y en sus desarrollos, lo advertimos como antagonista permanente del
derecho y el diálogo.
La historia del derecho es la historia de la
lucha contra el poder cosificante.
Así fueron y siguen siendo el derecho
constitucional (contra los desvíos y desvaríos del poder político), el derecho
del trabajo (contra los abusos del poder empresario), el derecho penal (contra
la pena sin ley, sin mesura, ni proceso).
En medio de esa lucha, se revela como poder de
cercanía, como rectificación y esperanza.
Así tratamos de expresarlo en las clases.