lunes, 16 de mayo de 2016

Día del Docente Universitario
H. N.

Respondiendo a una gentil invitación de la doctora María Fernanda Vázquez, Decana de la Facultad de Derecho del Universidad Nacional de Lomas de Zamora, nuestro director escribió estas palabras para el 15 de mayo, día del docente universitario (*).
Derecho y Diálogo las reproduce en homenaje a quienes ejercen esa tan delicada función.


Llego al aula. Es de noche.
Las miradas se encienden, los murmullos se apagan.
Hay decenas de chicas y chicos.
Dios mío, que pueda darles una buena clase.
Estaban esperándome.
Que no se desilusionen.
Que al trasponer la misma puerta por la que llegaron, lo hagan distintos.
Con una pregunta nueva, con una respuesta nueva. Con el renovado deseo de seguir aprendiendo.
Con una sonrisa.
Son muy jóvenes. Mucho más jóvenes que yo.
Como si fueran mis hijos.
Pero no son míos. Son hijos de la esperanza que cada mañana se abre como si fuesen los brotes de la primavera.
El mundo de ellos tiene que ser mejor que el mío.
No podría ser de otro modo.
Nosotros hemos luchado, peleado, estudiado, sufrido.
Nos tocaron tiempos difíciles.
Pero no dejamos de soñar.
En ellos revivirán nuestros sueños.
¿Cómo hacer para darles la experiencia que he recogido en tantos años? Los libros leídos, las canciones cantadas, el amor…
Muchas veces siento que cada clase es una confidencia de todo lo que me ha ido pasando.
¿Cómo hacer que no se equivoquen en los mismos errores, que disciernan y enriquezcan las veces que encontramos o creíamos encontrar la verdad que nos hace libres?
Es como si la existencia fuera una carrera de antorchas.
Ellos llevarán nuestro fuego cuando ya cansados los brazos no puedan sostenerlo.
No. No las dejen caer, por favor.
Sigan adelante. Construyan una raíz de vida hermosa y verdadera.
Cuando concursé para mi primer cargo de profesor adjunto de Filosofía del Derecho, me pidieron que escribiera una frase que sintetizara el significado de la docencia universitaria.
Recuerdo: enseñar es construir la esperanza y el sueño.
Han pasado muchos años.
Acaso con sentido renovado la volvería a escribir.
La esperanza de un mundo que reconcilie al hombre con el hombre, al hombre con las cosas, que pueda llegar a Dios.
Que abra los ríos caudalosos de la paz, el amor y la justicia.
Y el sueño inabarcable de que ese mundo es posible, que más allá de la espera, la esperanza vence.
Un día en el que, como en la metáfora de San Juan, la luz en la tierra alumbre de tal modo que cada día sea un luminoso amanecer.
En un día así, la misión que compartimos todos los docentes universitarios, habrá logrado dar su más anhelado fruto.

Héctor Negri






(*) La celebración fue instaurada en 1950 por el papa  Pio XII en recuerdo de Juan Bautista de la Salle.