Arrepentimiento
H. N.
Es una palabra de intenso sentido dialogal.
Significa tratar de recuperar, desde la perspectiva del amor, lo que antes se
hizo desde el olvido, la incomprensión, la indiferencia.
Confluyen sobre esta actitud existencial y
sobre su significado trascendente elementos muy complejos: el pasado (cuya
dimensión se proyecta permanentemente sobre el hoy); el descubrimiento de un
significado nuevo en las antiguas cosas (el volver a ver de un modo diferente,
desde nuevos valores, lo que antes se vio o actuó); la imposibilidad de
recuperar las opciones ya ejercidas de nuestra libertad (que se ha convertido
en situación) y han escapado en consecuencia a las posibilidades de nuestra
disposición; el remordimiento (esa especial proyección de la conciencia de la
culpa que su propia etimología describe como una mordedura que reiteradamente
lastima); y la voluntad profunda del hombre de existir, fuente de toda su
libertad, que lo lleva a buscar la recuperación de sus diálogos deshechos.
Esa convergencia simultánea de dimensiones
y aperturas, a la vez que expresa tensiones especialmente críticas, da al
arrepentimiento su configuración radical: es un signo de la finitud del hombre
y a la vez de su trascendencia.
Propone -paradójicamente- el grave problema de la recuperación del mal a quien no puede enderezar las opciones de su propio pasado y los efectos del extravío de su libertad. Invita a convertir el mal en sufrimiento y el sufrimiento en amor, desde el horizonte del sufrimiento mismo. Enseña hasta qué punto son frágiles nuestras decisiones y cómo sus resultados desmesuran la magnitud del error. Reclama la presencia del Otro porque escapa a toda posibilidad solitaria.
Propone -paradójicamente- el grave problema de la recuperación del mal a quien no puede enderezar las opciones de su propio pasado y los efectos del extravío de su libertad. Invita a convertir el mal en sufrimiento y el sufrimiento en amor, desde el horizonte del sufrimiento mismo. Enseña hasta qué punto son frágiles nuestras decisiones y cómo sus resultados desmesuran la magnitud del error. Reclama la presencia del Otro porque escapa a toda posibilidad solitaria.
Como esfuerzo de amor, el arrepentimiento
no queda ligado a un pasado irrecuperable (ni al abatimiento ni a la
frustración) sino que va acompañado por una intensa proyección de futuro.
Como dimensión ética, obliga en un rescate
del mal ya hecho, a multiplicar el bien.
Expresión de existencia, revela una
inefable vertiente de esperanza.
Propone un renacer, un nacer de nuevo junto
al otro. Un reconocimiento renovado que trata de vencer desde el encuentro y el diálogo, la perduración de un fracaso,
dispensar sus leyes y dinamismos negativos.
Por su apertura dialogal, el
arrepentimiento está internamente ligado a la necesidad del perdón.
Lo que significa, esencialmente, la
necesidad de que sea comprendido y aceptado.