Acerca de la filosofía del diálogo
H. N.
Si tuviésemos que perfilar, brevemente, en qué
consiste la filosofía del diálogo –aun admitiendo el riesgo de caer en
simplificaciones excesivas- diríamos que se trata de aquella filosofía de la
existencia en la cual la presencia del otro está constitutivamente incorporada.
O, si se quiere, la filosofía en la que sólo puede hablarse de la existencia
como encuentro.
Esto reclama, obviamente, ulteriores precisiones.
Una, en primer lugar, que es la de la palabra
encuentro.
Esta es una palabra difícil, por la gama abierta de
referencias que puede contener. Para su
precisión, además nos es casi inútil su etimología que sugiere precisamente,
aquel estar en contra de, que la
filosofía del diálogo recusa como expresión auténtica del encuentro.
Encontrar es descubrir al otro, desvelar la inefable
novedad de su existencia.
Este encuentro no es fruto de un razonamiento ni puede
medianamente compararse con ninguna otra forma de correlato de conciencia.
El otro no es una verdad que surja tras la pregunta de
mis reducciones objetivantes, sino una verdad que se anuncia por sí misma,
desconcertando mis esquemas racionales, desbaratando de golpe cualquier sueño
de idealismo cartesiano, exigiéndome atención y acogida.
El otro no es un ser pensado por mí: es un rostro que
se dirige desnudamente hacia mí. Su presencia es ya reclamo de
reconocimiento.
Portador de una visión del mundo y de las cosas que no
es la mía, me llama, me ubica en el mundo verdaderamente humano de la instancia
y de la respuesta.
El otro no sólo desvanece cualquier posible
simplificación de la realidad a un mero “cogito”, sino que abre mi propio ser
al misterio de la unicidad personal y del amor.
En ese punto empieza el existir, da inicio al diálogo.