Estética
y ética en la formación de la personalidad, de
Sören Kierkegaard
Reconocido
de modo prácticamente unánime como el iniciador de la filosofía de la
existencia, Sören Kierkegaard, vivió una vida solitaria y atormentada que se
refleja en sus obras, cargadas de reflexiones de un intenso matiz sufriente, en
su doctrina sobre la angustia y en su concepción del encuentro personal con
Dios.
Kierkegaard
vivió en la primera mitad del siglo XIX, cuando la filosofía parecía culminar en
esa delicada y abstracta síntesis del idealismo hegeliano, que ningún resquicio
dejaba para el hombre concreto.
La
novedad de su filosofar fue precisamente el hombre. Ese hombre que no es ni
ucrónico ni utópico ni puede sumergirse –sin graves detrimentos- en una
totalidad universalizante, sino que expresa –de modo irrepetible y único- la
realidad viva del ser personal, encarnado, que sufre, llora, se equivoca y ama.
Una
pregunta tornaba una y otra vez sus obras –a veces formulada de modo
implícito-: la relativa a la angustia. Angustia que es, en Kierkegaard,
percepción de la existencia (dada, misteriosa, irreductible a una esencia). “La
angustia surge –escribe- cuando la libertad fija la vista en el abismo de su
propia posibilidad, y echa mano de la finitud para sostenerse.” “Todo cuanto
existe me inquieta…todo se me hace inexplicable, misterioso y yo mismo sobre
todo”.
Para
Kierkegaard el hombre desarrolla su existencia en tres estadíos: el estético,
el ético y el religioso, que se corresponden íntimamente, con el instante, el
tiempo y la eternidad, o , desde otro punto de vista, con el goce, la lucha y
el sufrimiento, y que plantean una alternativa radical que no puede resolverse
en síntesis ni en conciliación.
En el
libro que comentamos el problema aparece abordado en cinco capítulos que
desarrollan sucesivamente los temas de la elección y la personalidad (la
elección como momento ético, la elección como voluntad de elegir); la vida
estética (el instante y el goce, la melancolía, la desesperación); la crítica
de la vida estética (la elección absoluta de sí mismo, el bien y el mal, la
estética y el dolor, el error, el elogio de la temporalidad); la vida ética (la
personalidad y lo absoluto, el deber, la eticidad de lo bello, la ética del
trabajo, el matrimonio, la amistad, la concepción positiva de la vida) y
consideraciones finales sobre el ser humano y lo universal.
Sören
Kierkegaard nació en Dinamarca, en 1813. Su frustrado noviazgo con Regina
Olsen, el sentimiento de culpa y de pecado, su desesperada soledad, su pregunta
por Dios, y la intensa necesidad de que la filosofía no se resuelva en
totalidades abstractas, sino que indague el dato radical de la existencia,
fueron los hitos fundamentales de su obra, vasta, asistemática, intensa. De
toda ella recordamos especialmente, junto al libro aquí referido, su Diario;
estudios sobre el camino de la vida; El concepto de angustia; Temor y temblor;
Escuela de cristianismo.
Su visión
de lo religioso –trazada a partir del pecado y de la angustia- presenta, para
la perspectiva del diálogo, tonalidades excesivamente individualistas. La
relativa al derecho, aunque el tema aparece referido sólo incidentalmente
–reivindica en cambio la idea aristotélica de la socialidad, para fundar la
juridicidad en términos de relación.
Kierkegaard
pasó casi inadvertido en su tiempo. Hoy se le reconoce universalmente como el
fundador de una nueva actitud y una nueva perspectiva filosófica, el
existencialismo, de la cual la dialógica es especialmente tributaria.
Murió en
1855.