Ser junto
a los otros
H. N.
La existencia sólo puede ser definida como encuentro.
El tema
propone variados desarrollos: algunos, trataremos de esbozarlos ahora.
Que el
hombre exista en el encuentro significa en primer lugar que el encuentro no es
un episodio posterior al hecho de existir, sino constitutivo de la propia
existencia.
Es decir:
no es que existamos y luego, como en un segundo paso nos encontremos con el
otro: sino que existimos desde que nos encontramos con el otro, en el encuentro
mismo.
Esto
significa contradecir radicalmente la tesis cartesiana según la cual la razón
solitaria que se piensa a sí misma es el núcleo de la propia existencia.
En la
dialógica ese núcleo queda desplazado hacia el otro, cuya presencia es
constitutiva del existir.
Las
implicaciones de este desplazamiento son totales, abarcan todos los episodios
concernientes al hombre. Da, además al amor, un protagonismo central en todo lo
que es humano.
Cada
hombre, cada mujer –que como seres personales son únicos, irrepetibles, nacen a
la existencia en el amor (en un diálogo de amor que tiene como protagonista a
la misma persona que nace): el amor que llama y sustenta, que convoca a ser y
que permite ser.
También
el crecer, la progresiva constitución de la madurez personal (la progresiva
adquisición de la libertad como ámbito de propuesta y de respuesta
existencial), se funda en el amor. Es la multiplicidad de encuentros en el amor
la que va realizándola.
Y hasta
la misma unicidad personal referencia el encuentro, bajo la forma del amor.
Dios se nos presenta desde el lugar del otro con el otro: el encuentro con
Dios, cualificado con rasgos últimos, es también un diálogo con el ser
personal.
Esta
indispensable presencia del otro en nuestra existencia, a la vez que remarca
nuestra radical debilidad –nuestra condición indigente- ilumina nuestra
fortaleza.
Ya que es
el amor que proviene del otro el que abre toda la riqueza y toda la alegría: el
misterio, los gozos y esperanzas de nuestro humano existir.
El amor
es la forma visible, el signo sacramental de esa fortaleza.
(Mi poder
se perfecciona en la debilidad -2 Cor. 12,9-).